Cristo
quiso nacer en la mayor pobreza, quiso hacernos ese obsequio a los
pobres. La piedad cristiana se enternece sobre ese rasgo y hace muy
bien; pero ese rasgo no es lo esencial de este misterio: no es “el
misterio”. El misterio inconmensurable es que Dios “haya nacido”. Aunque
hubiese nacido en el Palatino, en local de mármoles y cuna de seda, con
la guardia pretoriana rindiendo honores, y Augusto postrado ante El, el
misterio era el mismo. El Dios invisible e incorpóreo, que no cabe en
el universo, tomó cuerpo y alma de hombre, y apareció entre los hombres,
lleno de gracia y de verdad: ése es el misterio de la Encarnación, la
suma de todos los misterios de la fe. (R.P: Leonardo Castellani)
Feliz Navidad y saludos al profe vikingo.INDEC
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