El valor de la Misa, en cuanto a su suficiencia, es infinito, tanto en la extensión como en la intensidad, y ello a causa de la dignidad del Pontífice y de la Hostia, que es el mismo Jesucristo. Por consiguiente, la Misa es por si misma suficiente para borrar los crímenes de todos los hombres, para alcanzar de Dios todos los bienes espirituales y materiales, en relación a la salvación.En cuanto a su eficacia práctica, el valor "latréutico" (o de adoración) y el valor "eucarístico" (o de acción de gracias ) de la Misa es también infinito, ya que una sola Misa procura a Dios una gloria que sobrepuja a todas las alabanzas de todas las criaturas visibles e invisibles; empero la eficacia impetratoria y satisfactoria de la Misa, es, de suyo, finitas y limitada, y proporcionada a nuestra capacidad y disposiciones. Los frutos de la Misa son los bienes que reporta el Sacrificio de Cristo, y pueden reducirse a estos tres:
1º El fruto general, del cual participan todos los fieles no excomulgados, vivos y difuntos, y especialmente los que asisten a la Misa y toman en ella parte más activa. 2º El fruto especial, del cual dispone el sacerdote en favor de determinadas personas e intenciones, con las que se ha comprometido en virtud del estipendio. 3º El fruto especialísimo, privativo del Sacerdote celebrante.
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